Friday, 17 June 2011

Raphael en gran formato

Raphael es un auténtico divo. Cercano, humilde pero divo, porque maneja al público a sus anchas, el cual se deja llevar por la magia de este jienense afincado en Madrid que lleva más de cincuenta años cantando. Es obvio que a sus 68 años, su voz no sea la misma que antaño, al igual que la de Cher, Barbra Streisand o Bob Dylan. Pero aún así, Miguel Raphael, es capaz de encandilar al público fiel y al recién llegado sin mucho esfuerzo, tal como demostró anoche en un madrileño Palacio de los Deportes a rebosar. Está claro que el público no es el mismo que acudió a ver a Lady Gaga hace seis meses, por eso la pista estaba cubierta por asientos, algo que realmente agradecemos, aunque impida aumentar la capacidad del recinto. Allí estaban las abuelas, las madres y las hijas... alguna que otra nieta y los maridos y novios. Todos reunidos para celebrar a uno de nuestros artistas más queridos y ambiguos. Antes de que llegara Miguel Bosé, Raphael ya jugaba con las dobleces... Sus movimientos amanerados y su melosa actitud, fomentaban que en la cerrada sociedad franquista se especulara sobre su hombría.

La verdad es que todo eso nos da lo mismo, incluso nos alegra que se cuestionaran esas cosas por aquel entonces, aunque fuera de manera tan superficial y ramplante. Él se reía de todo ello en sus canciones, se enfrentaba valientemente a los rumores en Yo soy aquel, el genial Qué sabe nadie o la melodramática Digan lo que digan. Anoche sonaron, o mejor dicho, retumbaron en el Palacio de los Deportes, junto con otros clásicos, otras "joyas de la corona" como le gusta describirlas a él como Mi gran noche, Hablemos del amor o Maravilloso corazón, que hinchó de emoción a los presentes. El tango tuvo una gran presencia durante la noche, tanto fue así, que se marcó un sentido y divertido dueto virtual con Carlos Gardel en Volver. No podía acabar de otra manera que con Escándalo, un "must" que lo devolvió a la palestra pop a principio de los noventa. Tanto tiempo sobre las tablas, han dado a este joven, porque se mueve como un veinteañero, una seguridad que queda patente. Con un estilo muy clásico, que recuerda al control sobre el escenario que poseía Michael Jackson, baila, seduce, sonrie, se deleita mirando a su público, recita y habla a su audencia, que ha crecido, envejecido, casado, divorciado y nacido, con sus canciones. Sabe moverse en grandes estadios, pero también en teatros, por eso en noviembre, regresará al Teatro Compact Gran Vía de Madrid para ofreer otros tantos recitales, esta vez, sin tanta amplificación sónica.




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