Wednesday 20 May 2009

La actitud Beyoncé

Resulta gratificante que una artista apoyada por los medios de comunicación y las mayores multinacionales justifique sobre el escenario tamaña inversión. Y es que las dos horas con las que deleita a todo el que se compra una entrada para su concierto suponen una de las mejores experiencias del pop. Beyoncé Knowles ha pasado por nuestro país con su gira I Am... Tour para recordarnos (como ya dejó claro en 2007) que existe una nueva diva en el Olimpop. Una auténtica felina indómita de melena impresionante.

Canta, baila, sonríe, actúa
Carlos Marcos la define en su crónica para El País como un huracán, un torbellino... la reina del exceso alejada de toda mesura. Una "diosa de ébano" con temperamento, de movimientos violentamente voluptuosos, absolutamente convulsivos. Una ninfa en plena bacanal de voz y movimiento, la materialización del ritmo, puro soul, con toda la tradición de la Motown a sus espaldas. Lo más cercano que podremos encontrar, en calidad de ejecución, a Michael Jackson, aunque se halle a años luz en originalidad estética, de movimientos y de sonido del benjamín de los Jackson. Beyoncé evoca a Janet Jackson, Aretha Franklin, Etta James, Diana Ross y Tina Turner, pero sin arrebatar lo más preciado de cada una (la impecable ejecución de baile de Janet, la voz y hondura de Franklin y James, la elegancia y dramatismo de Ross o la garra indomable de Turner).

Anoche el Palacio de los Deportes de Madrid la esperaba con emoción (y largas colas). Estaba prevista la actuación de Labuat para ir abriendo el apetito, pero un retraso en el montaje del escenario nos ahorró esos minutos de aburrimiento. Finalmente apareció Beyoncéy no necesitó más que un potente cañón de luz para dominar un escenario de veinte metros de longitud y captar la atención de la audiencia (da gusto ver el Palacio hasta los topes). En aquel instante se abrieron las compuertas de la celebración musical. Una liturgia dividida en cuatro secciones repartidas entre la pura, casta y sentimentalmente estable Beyoncé y su lascivo, agresivo y echao'palante alter ego Sasha Fierce. Crazy in Love, Naughty Girl, Freakum Dress y Get Me Bodied (Extended Remix) eran entonados por una Beyoncé de dorado vestido (sí, como una burbuja de Freixenet) mientras descubríamos a una nutrida banda de féminas (dos teclistas, una pequeña sección de viento, tres coristas...) y una megapantalla de alta definición que haría las delicias de Madonna. Ella, todo actitud, pose y fortaleza arrebatando el sentido común a un público algo tímido que no votaba en exceso.

La sección más sentimental y romántica la colocó en segundo lugar. "Menudo bajón ahora con esto", comentó alguien a mi lado. Y es que reducir el ritmo a la media hora de concierto tras un inicio tan vertiginoso no parecía demasiado acertado... Pero valió la pena. Tras un vídeo, apareció completamente de blanco sobre una escalera como toda una diva de Las Vegas, mientras las pantallas proyectaban un mar azul turquesa embravecido. Cuando parecía que se iba a arrancar por Como una ola, empezó a sonar Smash Into You, de su último trabajo, al que siguió ese esperpento titulado Ave María que incorpora el fragmento más conocido de la obra de Schubert. Inesperadamente la visten de novia y entonces, como una pura y virginal señorita entona la obra del músico alemán en latín. Y la audiencia preguntándose "¿Qué coño canta?". Delicias del fenómeno pop.

A la hora de lucir trapitos, Beyoncé no tiene ningún reparo en elegir vestidos imposibles como el body de plástico a medio camino entre Mad Max y Hi-Man con el que reapareció en el escenario para regalarnos la interpretación una inspirada y sentida de If I Were a Boy durante la que intercaló unas cuantas estrofas de You Oughta Know de Alanis Morissette (¿Quién podría esperárselo?)

Con las pilas recargadas, era el turno de Sasha Fierce que se encargó de mantener alto el listón con Diva y una ravera, aunque algo aburrida, Radio, uno de los temas más laureados por el respetable. Tras esto llegaron The Mammas, el trío de orondas coristas que divirtieron al público hasta el regreso de Beyoncé suspendida sobre el público mediante cuerdas. Así se colocó en una plataforma en el centro del recinto para que los de atrás no se quedaran sin ver de cerca a su diva. Rodeada de su público, se mostró relajada y feliz para cantar Baby Boy, Videophone, un popurrí de Destinys Child (Bootylicious, Bug a Boo y Jumpin' Jumpin'), al que siguió Irrepleaceable, en la que sólo se atrevió con unas pocas estrofas en castellano. De nuevo de vuelta a Destinys Child con Say My Name y de regreso al backstage para preparar la ronda final. Otro gran intermedio nos esperaba: si en el primero fue la guitarrista la que nos deleitó con un sólo de guitarra por el que pasaron Billie Jean de Jackson o Seven Nation Army de White Stripes, y en el siguiente las entrañables y sensuales coristas, el último tenía que pertenecer al cuerpo de baile, que se retorció al ritmo de otro popurrí de Destinys Child, que incluía Beautiful Liar.

Del mamarracheo a la sofisticación
El mensaje de solidaridad y optimismo llegó en forma de vídeo con imágenes de Obama, y de canción a través del clásico de Etta James At Last, que ya interpretó en la gala de investidura del presidente estadounidense y en la cinta Cadillac Records. Pero la maratón de himnos lacrimógenos continuó con Listen, del musical Dreamgirls mientras se proyectaban imágenes de todas sus películas (como Cher cuando en todas sus giras canta After All). Y la marcha regresó al Palacio de los Deportes con Ego, la compungida Scare of Lonely (sin el fantástico clave), Broken Hearted Girl y un fantástico video-collage con todas las imitaciones de famosos y personas anónimas que han recogido gracias a internet. Un video hilarante plagado de buenos momentos que dió paso al desenfreno de Single Ladies. El Palacio se rindió ante Beyoncé, pero se magnificó cuando a modo de bis interpretó su actual single Halo, y se despidió con la lágrima a punto de humedecer el rimmel diciendo aquello de...

I am... I am... YOURS

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