Thursday, 23 December 2010

Los Miserables

El mejor género de "to el mercao"

Todo aficionado a los musicales pone cada otoño sus ilusiones en La Gran Vía madrileña pues suelen estrenarse dos o tres títulos de gran nivel que perduran hasta primavera o, con suerte, hasta verano. Esta temporada las novedades han sido un remake, un clásico y una apuesta arriesgada. Mamma Mia! ha regresado con Nina y Marta Valverde al teatro Coliseum tras una gira nacional, Avenue Q se ha estrenado por primera vez en nuestro país en el teatro Nuevo Apolo -y ahora se traslada al Nuevo Alcalá- y por último y más importante, Los Miserables ha desembarcado en la Gran Vía con el mismo montaje que lleva unos cuantos años triunfando en Londres y Nueva York. Lo ha hecho bajo la dirección de Cameron Mackintosh y con unos pocos ajustes que han convertido la obra un producto de nuestro tiempo al reducir a algo más de dos horas la función. El corte se nota más en la primera parte, así, el espectador asiste a una versión reducida de las andanzas de Jan Valjan que contraproducentemente impide la comprensión completa de los acontecimientos. Pero no importa porque la música fluye como un torrente sanguíneo recién salido del corazón. Una a una, se van desgranando las miserias de una Francia pre-revolucionaria en la que la pobreza es el estatus mayoritario. La obra de Victor Hugo sería un filón para los defensores de los trabajadores y el Estado del Bienestar. Por ello efectivamente se llevó a cabo una revolución que aparece tanto en la novela y en el musical.

El líder de los revolucionario es Enjolras interpretado en Madrid por Daniel Diges que cuenta con algunos números musicales poco lucidos. Todo lo contrario que Jan Valjan a cargo de Gerónimo Rauch, o el policía Jalvert, intepretado por Ignasi Vidal al que ya hemos visto y escuchado como Judas en Jesucristo Superstar, que de nuevo vuelve a tener una escena de suicidio sublime. Destacan también los taberneros, Enrique R. Del Portal y Eva Diago con Master of The House, la nota cómica y su hija, Lydia Fairen, Eponnine, una de las víctimas sentimental de la historia, que interpreta un sentido On my own, uno de los mejores temas de la obra.

Se agradecen las excelentes traducciones y la orquestación, que si bien sufre una cierta distorsión por la amplificación crean una majestuosa y emocionante atmósfera cargada de ritmo -pues se ha acelerado el ritmo para hacerlo más atractivo-. Se trata de una técnica habitual en la ópera... Hay directores que prefieren acelerar el ritmo de La Flauta Mágica y convierten la pieza presentación de Papageno o el segundo aria de la Reina de la Noche en un tour-de-force que casi recuerda a las espídicas y trabalingüisticas arias de Rossini. Todo ello sobre una tradicional pero funcional puesta en escena para la que no han escatimado en gastos como una gran producción que se precie: edificios corredizos, construcciones con varios niveles que representan con cierto ingenio calles de París, palacios, puentes, barricadas o cafés.

Madrid absorbe los espectáculos de Broadway y el West End con dispar suerte: con los títulos ya conocidos, arrasa, con los más novedosos no tiene la misma suerte, pero por lo menos va creciendo la afición a un género que no termina de cuajar en otros países como Francia o Italia del que en nuestro país,entre toda la morrlla desechable, hemos tenido ejemplos autóctonos tan dignos e incomprendidos como Ana Frank. El Musical.

2 comments:

Anonymous said...

Deseoso estoy de sentarme en esas butacas. En Londrés me echó un poco para atrás el tema del idioma así que ya no tengo excusa.

Anonymous said...

Gracias por no dejarnos escapar de tus palabras ni siquiera en Navidad. Es un verdadero placer leer todo lo que escribes.
Un saludo y enhorabuena por ese talento.