En nuestro país los circuitos comerciales casi no programan a Sondheim... lo último promovido por una compañía privada fue un concierto –con acierto- en la madrileña sala Galileo Galilei, titulado Broadway Baby, el 11 de abril de 2011, en el que se presentaron algunos clásicos del compositor, y ha tenido que ser una institución teatral pública tan maravillosa como el Teatro español y su hasta ahora director, quienes se preocupasen de traer a nuestro país, por primera vez- uno de los musicales más característicos de Sondheim: Follies. Se estrenó en 1971 con poco éxito, parece que por aquel entonces la historia de una compañía de revista musical y varietés que se reúne en el teatro donde triunfaron treinta años antes, en plena guerra. Dos matrimonios en pleno estado de supervivencia sentimental, una historia de amor entrecruzada y muchos extras, muchos miembros de la compañía que aportan su particular visión de aquellos maravillosos tiempos.
El teatro que albergaba a las famosas chicas Weissman va a ser derruido para construir un aparcamiento. El signo de los tiempos en los que hace falta más espacios para los coches que para la cultura... Si es que lo que hacían en esta sala podía considerarse tal. Sin embargo, la obra que nos regala Sondheim sí que puede considerarse como uno de los momentos cumbre del musical. En él no hay animales que hablan, asesinas elegantes ni muertos deformes, sino personajes muy reales que narran sus miserias.
Pese haberse gestado en los inicios de la ópera rock, su influencia es el musical clásico y, cómo no, la revista musical, siempre al servicio de la trama. Sondheim ofrece un primer acto donde lo importante es la historia y se guarda los números más vistosos y potentes para el final. Precisamente se sirve de las herramientas de las varietés para exponer los sentimientos de los protagonistas en cinco números impresionantes que sorprenden a cualquiera. Tras la contención de los cuatro protagonistas, esta explosión de sentimientos musicados, arrastra cualquier corazón. Y eso lo saben hacer muy bien Carlos Hipólito, Vicky Peña, Pep Molinay Muntsa Rius que llevan el peso de la función como también los actores que interpretan a sus versiones jóvenes Diego Rodríguez, Julia Moller, Ángel Ruiz y Marta Capel.
El propio Mario Gas interpreta al director del teatro. En un obvio paralelismo con la vida profesional y jugosa mezcla de realidad y ficción, el Sr. Weissman, director de la compañía, reitera que es experto en intuir el fin, el agotamiento de las cosas, y que si presiente el fin, es mejor acatarlo y seguir. Utilísima idea para este director que abandona la dirección del Teatro Español esta temporada. No se podía marchar de cualquiera manera, y por eso Follies e sun alarde de talento. En su reparto hay nombres como los de Massiel, que interpreta –en castellano- I'm Still Here –otro momento en que se funden personaje y persona-, el de Asunción Balaguer, que pese a sus años y su inexistente preparación musical resuelve muy bien su papel o el de Teresa Vallicrosa, que protagoniza uno d elos números más divertidos, el del baile del espejo, junto al resto de vedettes. También hay espacio para la lírica con la soprano cubana Linda Miraval, que interpreta con su Yo joven un pedantón tema absolutamente gratuito en la historia.
Sin embargo el conjunto ofrece un agridulce e histriónico pack teatral que desde una visión propia, recupera un Sondheim desconocido por estos lares que hace disfrutar. Las entradas para esta etapa que acaba el 8 de abril ya están completamente vendidas, y por eso decidieron prorrogarla este verano a partir del 9 de junio. Si aún no has acudido a verla, no puedes perdértela. Cosas así sólo ocurren una vez en la vida, y con el nuevo gobierno municipal, autonómico y nacional, mucho menos.
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