Thursday 9 May 2013

Hemos visto: ¡Ay Carmela! El musical

El teatro musical español está cargado de buenas intenciones y sobre todo grandes ambiciones, pero carece de verdadera emoción. Si no basta con ver como la historia de una marginada de color verde -buena donde las haya- se ve envuelta en un conflicto político por defender sus principios hace que a uno se le llene de gozo y empatía el corazón.Yo valoro un espectáculo por su capacidad de transportarme a otro mundo y hacerme vibrar con su historia y sus canciones.

Aún no me he acostumbrado a rebajar las expectativas al ir al teatro aunque es un ejercicio que todos deberíamos emprender... más que nada para no andar amargados al ir al teatro. Tampoco hay que exagerar en este caso, pero es que para variar, los mimbres de ¡Ay Carmela! eran lo suficientemente buenos para urdir un espectáculo en condiciones, para tejer una bonita canasta para el botijo español que supuso la historia de una mujer de principios fuera y dentro del escenario. Y no hablamos de Elphaba sino de Carmela, la actriz que defendió la República hasta en los momentos más peligrosos.

A la obra de teatro de Sanchis Sinisterra se le han añadido algunas canciones Víctor Manuel, Pedro Guerra y Vanesa Martín además de algunas canciones de guerra de la época. El resultado es un espectáculo de variedades deslavazado, con momentos brillantes y otros realmente aburridos. Andrés Vicente Gómez parece que le ha cogido el gustito a esto de los musicales, y eso que su primera incursión -El último jinete- fue un auténtico fracaso tanto de taquilla como de crítica y de todo, pese a los intentos del noble equipo artístico y técnico por sacar leche de una alcuza.

Marta Ribera repite como narradora en esta Ay Carmela musical y nos regala grandes momentos -impecable como siempre- que se ven empañados por el excesivo contorsionismo en los momentos de anuncio de los trágicos eventos que se van a desarrollar. Al igual que el número musical de las canciones de guerra que se alarga incompresiblemente y de farsa cómica efectiva pasa a rollazo de vergüenza ajena. Pese al esfuerzo por llenarlo de sonidos, se echa de menos algo más de música y sobre todo de emoción en las canciones. Lo percibí sobre todo en el momento en el que acaban con Carmela que realmente me dejó tan tranquilo en la butaca -mira que cargarse el número cómico del final-, mirando el reloj por lo que se estaba alargando el espectáculo por culpa de los detalles -qué necesidad hay de poner un largo vídeo de bombardeos justo antes del intermedio-. La labor de Inma Cuesta es única, la actriz sabe hacer como siempre de chica de época -La voz dormida, Amar en tiempos revueltos.- y Javier Navares que interpreta con gracia -como siempre- a Ripamonte. No cabe duda de que es una cuestión de gustos, quizá debería verlo ahora después de rodar un mes y medio para comprobar si algo ha cambiado, pero creo que no basta con el paso del tiempo para hacer de Ay Carmela un musical de primera línea. Y eso que Andrés Lima tiene grandes trabajos a sus espaldas.

No te fíes de mi y compruébalo por ti mismo: ¡Ay Carmela! El musical






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