El día que Elvis Presley murió, Madonna solamente soñaba con convertirse en bailarina profesional. Había comenzado sus estudios y no le iba nada mal. Ese mismo día en que la mayor estrella que hasta el momento había dado el pop fallecía, Madonna cumplía 19 años. Es curioso que en dos personas tan importantes para la música comercial contemporánea concida una fecha, aunque no sea del mismo año. Si el día que hubiera muerto uno, hubiera nacido la otra, hasta el menos budista se rendiría ante la evidencia de un mágico "traspaso de virtudes".
Elvis ha dejado un legado inmenso, tanto musical como social pues gracias a él casarse en Las Vegas ante un imitador suyo es de lo más normal. Tuvo una carrera con altibajos, sobre todo a partir de 1967, cuando El Coronel no dejaba de meterle en películas realmente malas con bandas sonoras de menos calidad. Estaba desmoralizado, aunque su boda con Priscilla paeció devolverle la vitalidad... pero no por mucho tiempo, porque el abuso de anfetaminas y otras sustancias, acabó con su vida a la edad de 42 años.
Madonna sigue labrándose su lugar en el Olimpo, aunque ya lo tiene más que ganado. Lo que ocurre ahora es que puede que empiece a perderlo. Si de repente tus productos comienzan a perder calidad, tu mito puede empequeñecerse, sobre todo si vives una vida larga y duradera, sin algún evento trágico (como los que han vivido Elvis Presley, John Lennon, Kurt Kobain, Michael Jackson o Amy Winehouse). Por eso Madonna, que ha perdido interés en su propia música, debería replantearse en un día como hoy, como quiere poner broche final a su inigualable carrera.
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