Uno de los motivos más evidente sería la subida del IVA para el teatro, pero hay otros que cualquier observador podría detectar fácilmente. A casi todo el mundo le sorprendió que un papel pensado para una joven fuera interpretado por una artista que sobrepasa con creces la edad del personaje. Tanto que podría ser su abuela. Sin embargo para casos así, se establece la lógica de la superestrella. Paloma es una figura muy reconocida con una carrera de más de cuarenta años plagada de éxitos y ha protagonizado varios musicales, entre ellos Evita que nunca más se ha vuelto a representar, por lo que su recuerdo se mantiene intacto.
My Fair Lady no es un musical joven o para jóvenes tal y como se entiende hoy en día -joven sería Hoy no me puedo levantar, El Rey León o Rent- ni siquiera se percibe como familiar como Sonrisas y lágrimas o La bella y la bestia. Es un musical que desgraciadamente hoy se asocia a la tercera edad. Somos muchos los jóvenes que disfrutan de esta pieza magistral de Lerner y Loewe, pero tenemos la impresión -al interrogar a jóvenes sobre este musical- que lo sienten pasado de moda.Quizá por eso se pensó desde las altas esferas que Paloma San Basilio sería reclamo suficiente para llenar las salas. Y así ha sido en algunas de las plazas. En Valencia, la última parada, el teatro rebosaba de público cada noche.
Pese a algunos cambios, este montaje era muy similar al de 2001 que estuvo en Madrid y que sí fue un éxito. Paloma San Basilio también era más adulta de lo que el personaje requería, pero aún así, una mujer cincuentona no desentonaba tanto -e incluso en esta producción ha bailado estupendamente-. Las coreografías de Goyo Montero eran casi las mismas, maravillosas eso sí, destilaban puro musical clásico, pero las interpretaciones han chirriado un poco, demasiado encorsetadas en el histrionismo hollywodiense, como si se tratara de un doblaje de una película de los años cincuenta. Algo similar a lo que hemos percibido en Sonrisas y lágrimas -también dirigida por Jaime Azpilicueta-. Puede que eso formase parte del juego del director, pero no nos queda nada claro. quizá porque artistazos como Joan Crosas, que interpreta al padre de Eliza Doolitle, se sale en su papel de golfo borracho, al igual que Juan Gea en su papel de niño rico -ya adulto- caprichoso y bravucón, que no convence nada cuando tiene que cantar -es la primera vez que lo hace- con esa voz asordinada.
Quizá este no era el momento para My fair Lady, teniendo que luchar con otros montajes en gira como Sonrisas y lágrimas, La bella y la bestia o Greas, pero si querían a Paloma San Basilio de protagonista tenía que ser ahora. Esperamos que una de nuestras grandes divas, que ha dado grandes momentos a la canción ligera y al musical, se plantee seguir explotando su talento en proyectos en los que pueda desarrollar su talento de diva madura con coherencia. Y haberlos haylos.
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