Hubo un tiempo en la que el reinado del dance, ese trono codiciado desde su creación en la década de los años setenta, estaba ocupado por Brian Rawling y Mark Taylor (acompañados de su corte Todd Terry, Paul Barry y Steve Torch).
La coyuntura del cambio de siglo fue testigo del auge de su Imperio sonoro durante el que bajo el nombre de Metrophonic monopolizaron las pistas de baile con sus irresistibles producciones, festivos encuentros tendencias electrónicas con guitarras acústicas y pianos. Tal fue su dominio, que consiguieron resucitar la carrera de Cher. Justamente hace diez años, produjeron uno de los discos más importantes en la historia de la música dance: Believe. Con este trabajo Cher fue número uno en casi todos los países en los que se vendían cedés y cintas de cassette y dio a conocer al mundo el vocoder, ese efecto que modifica la voz como si de un robot se tratase. Aquel otoño de 1998 supuso un punto de inflexión: nada volvería a ser igual, el eurodance absorbería su influencia, y el vocoder del támdem Rawling-Taylor y su séquito envolvería con sus polvos mágicos la galaxia pop de Occidente.
Ahora todo el mundo quiere un Timbaland en su vida, hace diez años (y hace seis también) un disco no triunfaría si no incluía algún tema grabado por ellos. En nuestro país, Mónica Naranjo, Marta Sánchez o Chenoa lograron ser sodomizadas por su sonido (y otros muchos mamarrachos de los que hablaremos en otro momento). Tina Turner, Celine Dion, Britney Spears, Enrique Iglesias, Lara Fabián, Belinda Carlisle, Andrea Bocelli, Bananarama, Ricky Martin, Kylie Minogue, Lionel Richie y Rod Stewart se rindieron a sus pies a lo largo de esta década. Pero al igual que la de Roma, la hegemonía de Metrophonic (junto a la del sueco Max Martin) no podía ser eterna y silenciosamente fueron diluyéndose entre numerosos imitadores y el auge del “sonido urbano” encarnado en The Neptunes, Timbaland, la electrónica francesa y el eurodance sueco e italiano.
No comments:
Post a Comment