Duelo recurrente

Hace veinticinco años los medios jaleaban en el ring a Madonna y Cyndi Lauper. Todos apostaban por la segunda, que había llegado un poquito antes y predicaba una liberación femenina más serena, bobalicona y menos sexual que la primera. ¡Las chicas sólo buscan divesión! Poco después llegó Madonna quemándose por amor y arrastrándose como una virgen tocada por primera vez. Todos conocen la situación de cada una hoy en día, por lo que no hace falta aclarar quién llegó para quedarse.



A principios de la década asistimos a un duelo similar con Britney y la Aguilera orquestada por Sony Music. Pero veinticinco años después del Ciccone-Lauper, dos señoritas de la canción se enfrentan, en condiciones similares, en las listas y en los foros de debate (léase Intereconomía o Plaza Vázquez de Mella). Está claro que una tiene más talento que la otra y su calado social está siendo mayor en todo el mundo. Pero la otra, ex rockera evangélica sin ningún tipo de aptitudes vocales, le pisa los talones. Katy Perry buscaba la polémica con Ur So Gay, I Kiss A Girl y los conviritó en todo un éxito que ha repetido en su segundo trabajo Teenage Dream con California Gurrrls. La excentricidad y el exceso define a ambas, al igual que la búsqueda de referentes en el pasado, ya sea la estética pin-up o el glam de David Bowie.

De la 'contrincanta' de Perry, Lady Gaga, poco se puede añadir que no se sepa ya. Quizá que tiene mejor ojo al elegir a sus colaboradores y más talento a la hora de emitir sonidos, ya sea con el piano o con la voz. ¿Es necesario generar debate? ¿Merece la pena con el paro por las nubes y el crecimiento económico por niveles del inframundo? Decídelo tú, maricón.