Thursday 10 January 2013

Hemos visto: Les Misérables

A estas alturas todo el que quería ver la película Los Miserables la ha visto, o estará a puntito. Porque había causado mucha expectación y curiosidad la adaptación al cine de uno de los grandes títulos de musical contemporáneo y su llamativo reparto. Sin embargo la respuesta ha sido desigual, principalmente porque Tom Hooper, su director, ha optado por el camino del realismo que favorece poco a este género.

Desde Musicanismos creemos que buscar realismo en un musical es un error de base. Básicamente porque ya el hecho de cantar por la calle no es muy normal. Si obviamos este aspecto, podemos encontrar musicales en los que esa búsqueda de realidad triunfa: Lars Von Trieren Dancer in the Dark nos sumergió en el asfixiante mundo de Selma donde se canta al igual que se respira. Pero las canciones eran crudas y se movían con naturalidad en cada escena. La música de Claude-Michel Schönberg es grandilocuente, suntuosa, emocionante y muchas veces cursi, una grand ópera contemporánea a la que bajarle el tono supone despojarla de su atractivo. Tom Hooper, ganador de un Oscar por El discurso del rey, se decanta por un realismo a medio gas, y nos traslada a un París imperial en el que las prostitutas se mueven coreografiadamente o en el que las noches son tan de cartón piedra como en Moulin Rouge. Basta con echar un vistazo a la escena en la que Fantine es rescatada por Valjean o el soliloquio de  Javert en la azotea -en una de las escenas más aburridas del cine musical- para darse cuenta.

Dos horas y media cantando bajito puede ser una delicia o un verdadero suplicio. Hay quien ha alabado esta forma de "dar realismo" a la historia, pero puesto que el público ya ha establecido un pacto de ficción al entrar a la sala, no hay por qué hacerle creer que por cantar a media voz nos vamos a meter más en la historia. Esto sólo juega en su contra y nos ofrece una nueva lectura interpretativa completamente innecesaria. Al igual que los números que se reducen a planos medios y primeros planos, que para nuestro gusto, no permiten hacernos una idea completa de lo que estamos viviendo.

Desgraciadamente con Les Misérables al igual que para la adaptación de El Fantasma de la Ópera, se ha contado con unos directos muy capaces técnicamente pero con poca vocación artística. Meros técnicos de la narración que no han sabido aportar magia y encanto a estas historias musicales únicas.

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